
La tecnología ha sido desarrollada por un equipo de investigadores del INTA –integrado por especialistas del IPAF Región Pampeana, la Experimental Hilario Ascasubi y el Instituto de Ingeniería Rural. Esta herramienta ha llevado más de dos años de trabajo en prototipos intermedios para su validación, ensayos y hasta el desarrollo de una norma IRAM para tractores de mancera.
Si bien habrá una demostración a campo este 28 de octubre en la sede del IPAF Región Pampeana del INTA, desde el Instituto brindaron algunos adelantos de las ventajas que ofrece esta innovación automotriz para pequeños agricultores.
Este microtractor para la familia agropecuaria admite muchas funciones y la torna muy eficiente en una escala acorde a las explotaciones agropecuarias de baja escala.
Diego Ramilo, director del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar (Cipaf) del INTA, explicó que este diseño viene a resolver una problemática clave de la agricultura familiar. “Entre las demandas más sentidas que han planteado las organizaciones de la agricultura familiar al Estado, figura el acceso a la tierra, el acceso al agua, a la comercialización y por supuesto el acceso a la mecanización agrícola, fundamental para organizar los procesos productivos y humanizar el trabajo de mujeres y hombres de este sector tan trascendente en la producción de alimentos”.
“Lo que desarrollamos no existe en el mercado e INTA posee una solicitud de patente, lo que permite resguardar la propiedad industrial de la tecnología con potencial de ser explotada comercialmente tanto a nivel nacional como regional”, destacó Ramilo quien recordó que en América Latina existen más de 17 millones de agricultores familiares y que la alimentación de la región, según la FAO, está sustentada por este sector.
Debido a que desde el ámbito privado no aparecen tecnologías como las que requiere la agricultura familiar, Ramilo planteó que “desde el Estado, a través de sus instituciones de ciencia y tecnología, el INTA es el actor con capacidad para dinamizar innovaciones que hasta el momento no han sido cubiertas por el mercado”.
Eficaz, resistente y atractivo
“Lo que hicimos a partir de ahí fue un diseño industrialmente fabricable, estructuralmente resistente y estéticamente atractivo”, subrayó Martín Olavarría, diseñador industrial, experto en maquinaria agrícola y director de la carrera de Diseño Industrial de la Universidad Nacional de Rosario -Santa Fe-, quien explicó que, por lo general, “cuando se construye equipamiento para la agricultura familiar se lo hace desde pequeños talleres con posibilidades tecnológicas y con aportes de diseño e ingeniería escasos”.
En este sentido, Olavarría planteó que más allá de las cualidades de diseño, lo más importante para la materialización del Chango fue haber podido contar con empresas y personas que resolvieran cada uno de los procesos con calidad y mejor nivel industrial. “No es lo mismo mecanizar con CNC, cortar chapas con láser, curvar tubos con máquinas automáticas o hacer engranajes con creadoras, que trabajar con máquinas rudimentarias. Esta es una diferencia y una premisa que adoptamos y se ven en el Chango los resultados finales”, destacó y agregó: “A estas empresas, no las consideramos meros proveedores, sino colaboradores. Son los colaboradores que todo proyecto necesita. Sin la buena predisposición y sin toda esa capacidad técnica no se pueden resolver estos desafíos”.
“El chango es un tractor, con todos los atributos de un tractor, pero que sale de la tipología clásica, y sobre todo, está destinado a un usuario diferente”, puntualizó Olavarría quien puso el foco en el desafío que les significó su construcción: “A cada colaborador que sumábamos como partícipe en el armado del Chango teníamos que imbuirlo de esta idea: pensar un tractor desde los usuarios, debido a que las aplicaciones iban a ser diversas, que esta tecnología iba a tener un alcance nacional, que iba a estar en economías regionales”.
Luego de la puesta a punto, solo queda pendiente la etapa de fabricación comercial. En este sentido Marcos Hall -director del Instituto de Investigación para la Agricultura Familiar región Pampeana del INTA- coincide con Olavarría en la necesidad de replicar esta misma metodología para adaptar y desarrollar las máquinas y herramientas que van a acompañar a esta unidad de potencia multipropósito en la labranza.
“El rol del equipo de investigación del IPAF, del Instituto de Ingeniería Rural del INTA Castelar y de la EEA Ascasubi en el proyecto, fue desde organizar la definición del problema junto a familias usuarias, desarrollar la hipótesis de trabajo y el concepto de diseño, pasando por cálculos y su verificación en un prototipo funcional, que sumado a la serie de ensayos, buscan achicar la incertidumbre de futuros fabricantes, que ya no tendrán que hacer reingeniería para ponerlo en su línea de producción”, expresó Hall.